Historia
Esta es la historia de un hombre que tenía caballos y no los sabía cuidar.
Y aunque todos los personajes son ficticios están inspirados en hechos reales de maltrato animal.
Un día cualquiera salimos a pasear, subimos al auto y dijimos “vamos a la montaña”. Generalmente cuando se quiere ver la ciudad completa desde las alturas los caraqueños suben a un cerro llamado El Ávila.
Desde allí pueden ver toda Caracas, el clima es fresco, la neblina aparece y desaparece… El viento juega a despeinar a las personas mientras el frío las invita a beber un chocolate caliente.
Diversión, esparcimiento, sano entretenimiento es lo que buscan quienes suben a esa montaña para cambiar de ambiente.
Los perros te reciben al final del recorrido en teleférico porque quieren que los acaricies.
Las flores de clima templado relucen para que las contemples y sigas “ay qué bonitas”.
Mientras que el sol se esconde en complicidad con las nubes para ofrecer a los visitantes una velada especial.
Este sitio es ideal para los enamorados, los que buscan pedir matrimonio en un lugar inolvidable y con “toda la ciudad como testigo”.
Además que el tiempo se va rápido cuando se suele disfrutar de un espacio y clima así.
En medio de todo ese oasis en el que la poesía, el canto, la pintura y artesanía se “encompinchan” para que te enamores del arte aparecen ellos…
Los que faltaban, los caballos.
Otra de las cosas que más le gusta a las personas que visitan El Ávila es montar a caballo por esas calles de tierra y piedra.
Resulta divertido y romántico a la vez, ese mirarse a los ojos, mientras una persona va halando al animal y los conduce por un sendero programado.
El tiempo sigue corriendo y la gente paga por 20 minutos de paseo en el que pareciera que el reloj se detiene, porque sólo importas tú y yo, en el caso de los enamorados.
Mientras que si se trata de niños con sus padres la aventura equina está relacionada con la fantasía.
Imaginar que son vaqueros, guerreros del oeste o super héroes a caballo es muy asombroso.
Conforme avanzan en el recorrido sólo interesa la imaginación, el relato, la conquista, el amor…
Pero, ¿qué hay de los caballos? Alguien les preguntó si querían “trabajar ese día”, si les alimentan bien…
Nadie lo hace, todos los miran pero nadie hace nada.
Contrario a algún tipo de ayuda pagan por montarse sobre ellos ignorando que tienen heridas en sus patas, que las moscas quieren hacer de las suyas en aquellas partes de sus cuerpos que destilan sangre.
El silencio apremia, las miradas callan, la imprudencia no hace su entrada. Sólo pagan por montarlos 20 minutos y ya.
Una vez que culmine el paseo ¿qué sigue?
Volver al punto de partida a esperar que otro grupo de gente quiera subirse sobre el animal y “galopar”.
Lamentablemente no existe la conciencia en aquellas personas que explotan a los animales para lucrarse.
Y fuera que al menos se hicieran millonarios o vivieran bien, pero realmente ni lo uno ni lo otro… Viven igual que sus caballos, arruinados, cochinos, heridos emocionalmente.
Los caballos son su propio reflejo, el reflejo de su vida y accionar.
Termina un día y viene el otro y los caballos son presos del dolor, la soledad, el maltrato, la desnutrición.
Quienes compran un equino deben tener claro que sea cual sea el propósito para el cual lo adquirieron deben cuidarlo.
El caballo no es un animal cualquiera, se trata de uno sensible al entorno, a la forma en como lo tratan.
Aunado que su estómago es delicado y si no se alimenta adecuadamente sufrirá o morirá.
No hay medias tintas en este asunto. Hay que ser conscientes de que los equinos requieren un trato especial, un cuidado permanente.
Basta ya de actuar como si fueran un trapo sucio.
Alguna vez te has preguntado qué piensa tu caballo de ti
Qué te contaría si hablara, te gritaría o amaría.
Estas son cosas interesantes que si de verdad se internalizan entonces se sacaría más provecho de la relación hombre-caballo.
El maltrato animal es un mal que ocurre en silencio, todos lo ven y no dicen nada, de alguna manera se hacen cómplices.
Y mientras tanto los caballos permanecen en silencio, aguantando, sufriendo el dolor de las cortadas en sus patas.
Las lágrimas en sus ojos se dejan ver cuando la gente se para ante ellos esperando el turno para el paseo.
Pero los que tienen un grado mínimo de cordura no se suben a ellos. No colaboran con la sinverguenzura de unos insensatos que en vez de cuidarlos los maltratan.
Es triste ver que la sociedad se ido perdiendo tras el deseo de dinero, la desfachatez de la codicia y la vanidad.
Los caballos son animales que a lo lejos resaltan por su belleza y tenacidad.
Ellos dan lo que reciben. Si desde que son potrillos reciben amor, entonces eso darán, pero si en cambio sólo son maltratados, ¿qué se puede esperar de ellos?
No es ilógico pensar que si los caballos maltratados hablaran dirían algo como: “No me maltrates más”.
Pero basta con ver la expresión de tristeza en sus ojos. La mirada cegada por el vacío, el dolor y desesperanza.
Aunado a las cataratas que sobresalen porque nadie les presta atención y ellas simplemente siguen su curso.
La vida es como un sube y baja, todo lo que hoy siembras mañana lo cosechas.
Lo que nadie sabe es que detrás de esos hombres que le pegan a los caballos, que los obligan a caminar cuando no quieren porque están agotados…
Que les dicen palabras obscenas u ofensivas en realidad no son mejores que ellos.
Estos ven a los caballos como simples objetos, como “lo peor es nada” para ganarse la vida, el instrumento para adquirir cualquier “locha”.
Y ni siquiera por la locha los valoran, se les olvida que el día que el caballo enferme o todos los caballos que tienen se enfermen y mueran se les acaba “el negocito” de alquiler de caballos para paseo.
Con todo y eso tienen el descaro de hablar mal de estos ejemplares frente a los clientes diciendo “ah, ese caballo no sirve”, pregunto ahora ¿quién es el que no sirve?
A todos les gusta ver un caballo fornido, con el pelaje brillante, bien peinado y alegre, pero quienes trabajan de esta manera son tan miserables que ni siquiera los tienen al día con los servicios que requiere, o al menos eso parece, porque la mugre, la falta de higiene se les ve por encima.
Las ganas de montar a caballo disminuyen cuando se ve a estos ejemplares comer pasto, lentamente, como sin fuerza, con un semblante decaído y sin ganas de hacer mucho.
La pregunta es ¿qué estamos haciendo para sembrar conciencia?
El paisaje ya es bastante lindo como para arruinarlo con el paso de unos caballos estilo jamelgo. Es decir, desgarbados, sin ánimos de nada, sólo caminar porque los obligan.
A ellos solo les queda esperar y esperar hasta que haya una mano caritativa que los cuide como se debe o a morirse porque no aguantan más el ritmo de descuido y abandono en el que los tienen.
Fuentes consultadas:
http://www.anecdotashipicas.net
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