La mente del caballo es un universo de aprendizaje. Estudios científicos demuestran la alta capacidad de adaptación del equino.
Tanto en el establo como en el prado, el caballo observa a su alrededor y aprende.
Dicho aprendizaje puede venir de otras especies así como de los humanos.
Al menos una vez en la vida nos hemos preguntado qué pasa por la mente de un caballo, pues bien, con este artículo responderemos.
Los caballos aprenden de forma natural de la misma manera que los humanos.
Cuando caminamos por la calle y memorizamos los objetos que nos rodean (árboles, anuncios, brechas en la calzada, etc), asimismo, son los equinos.
Según la doctora británica Kiley-Worthington, en un artículo publicado en la Revista Ecuestre (2005), sostiene que el aprendizaje está relacionado con el sistema nervioso central.
“Esto implica recibir mensajes, transferirlos y analizarlos en el gran generador central: el cerebro”, asegura.
“Aprender, adquirir y retener conocimientos requiere una mente que sea capaz de recibir mensajes, analizarlos, recordarlos y predecirlos”, dijo.
Su conclusión es que si los équidos pueden aprender, entonces tienen una mente.
Los caballos interpretan los mensajes que los humanos les dicen y dan respuestas sean a favor o en contra, ellos toman sus decisiones.
Tienen además la capacidad de sentir emociones, parecidas a las del hombre, y las expresa.
Sienten frustración, enfado, contentamiento y estrés, “pero puede que tengan emociones que nosotros no conocemos. La estructura social del equino es compleja y variada”, refiere la doctora.
Los miembros de los caballos son estructuras especializadas para desplazarse a alta velocidad con músculos especialmente diseñados para aportar una máxima movilidad a las extremidades.
Esta facilidad de movimiento se puede observar fácilmente en los músculos que tienen alrededor de las orejas y que ofrecen una rotación de hasta 180 grados.
El belfo superior, la nariz, es muy flexible y permite una función similar a las manos del ser humano.
Más el caballo no sólo manipula el mundo con su belfo sino que también siente, huele y prueba el mundo.
La científica británica acota que sabiendo que el caballo siente es necesario educarlo bien.
Incluso de forma similar al humano, es decir: “enseñándole a desarrollar aptitudes físicas y mentales que le beneficiarán tanto a él como al hombre. Pero para ser buenos profesores debemos tener en cuenta las similitudes y las diferencias entre nosotros y el equino”.
En una próxima entrega les contaremos sobre dichas similitudes.
Feliz semana.
Fuentes consultadas:
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