Violencia familiar
La violencia familiar siempre ha existido. No hay una fecha que indique cuándo y dónde se originó, pero lo que sí existe es la penalización.
La agresión física y emocional hacia una persona se considera un delito con pena de cárcel.
Nada justifica un acto de violencia familiar. Se supone que la familia es el núcleo de los valores, el respeto, la lealtad.
Pero cuando estos principios se quebrantan aparecen las expresiones denigrantes, los empujones y finalmente los golpes.
Se trata de una cadena que va de lo mínimo hasta lo máximo. La mayoría de las discusiones entre la familia vienen por no estar de acuerdo con algo.
Lamentablemente el ser humano siempre busca imponer su criterio sobre el de otro para demostrar quién es el más fuerte.
Posteriormente, cuando las cosas se le salen de las manos pretende justificar sus acciones y defenderse, por lo que de una frase como: estúpido, se llega a un puño y finalmente a una paliza.
Para que exista violencia familiar se necesitan dos personas: el agresor y el agredido.
Violencia familiar
Dentro de la familia suelen darse varios roces. Son personas diferentes en cuanto a carácter y pensamiento.
Pero el respeto es un valor que debe prevalecer a pesar de las diferencias.
Además, con golpes no se soluciona nada y aunque no lo parezca ambos salen heridos.
El agresor se queda con la amargura y el agredido con el dolor físico, pero también moral y emocional.
En conclusión, ambos resultan afectados después de golpearse o insultarse.
Todos son diferentes
Aunque se trate de hijos de la misma madre y el mismo padre son totalmente diferentes y hay que aprender a convivir con esas diferencias.
En la vida no todo sale como se desea, pero tampoco hay que imponerse y dominar. Esa naturaleza colérica tiene que mermar porque sino se vivirá la tercera guerra mundial en casa.
Lo más sabio para evitar la violencia familiar es respetar a cada quien con sus virtudes y defectos. Todo ser humano tiene derecho a una vida emocional sana.
Y en la diversidad de pensamientos y caracteres también hay un gran enriquecimiento.
El respeto es la clave.
¿Cómo llevar una vida emocionalmente sana?
No es tan sencillo como se dice porque esta consiste en vivir en armonía con todos los miembros de la familia y personas externas.
Implica madurez, saber renunciar al ego, aprender a aceptar los errores y morir a ese deseo de vengarse cuando le hacen algo malo.
Para tener una vida emocionalmente sana hay que pasar por sanidad interior. Es decir, soltar los malos recuerdos y perdonar.
El perdón libera al agresor y al ofendido. De lo contrario a donde se vayan, tanto el uno como el otro, llevará consigo ese rencor.
La violencia familiar se da tanto en lo físico como en lo psicológico.
Tales agresiones surgen en un momento de rabia, frustración, amargura, peleas y problemas de pareja.
Lo que sí queremos dejar claro es que bajo ninguna circunstancia se justifica la violencia familiar.
Traumas emocionales
La violencia familiar crea traumas emocionales que no son tan fáciles de sanar.
Se necesita de valor para reconocerlos y que salgan de las emociones.
El ser humano es muy emocional, sobre todo las mujeres, y en este sentido las palabras quedan en el subconsciente de la persona.
Por lo que retumban una y otra vez hasta calmarse, pero no callarse, puesto que en momentos cruciales de la gente aparecen de nuevo.
Sirven como apagadoras de sueños, de personalidad, de vida.
Quienes reciben palabras como: no sirves, no vales, el otro es mejor que tú, etc, al principio dicen que no es cierto, pero después lo creen y aplican.
Es por ello que cuando deben enfrentar situaciones fuertes, tomar decisiones importantes, creen que no pueden, que no son mejores que otro, que no valen nada, etc.
Pareciera algo tonto, pero en realidad las palabras duelen más que los golpes y se quedan por mucho más tiempo en la mente y corazón de la gente.
Una palabra o frase mal dicha a alguien la puede marcar desde su infancia hasta una edad adulta, es decir, toda la vida.
Consecuencias de la violencia familiar
Las personas terminan con traumas emocionales tan grandes que se retraen, no son sociables, se obsesionan.
Se sienten abandonados y traicionados todo el tiempo. Les cuesta confiar en alguien y cuando lo hacen la relación puede tornarse obsesiva por miedo al rechazo o el abandono.
Los traumas emocionales son reales, no son un invento. Mucha gente en el mundo vive con ellos y actúan según estos le indican.
Esa es la razón por la que en países como Estados Unidos jóvenes llegan a las escuelas disparando a otros sin un aparente motivo.
A esto se suma el consumo de drogas, pero básicamente todo se debe a desequilibrio emocional.
Niños con problemas a raíz de la violencia familiar
Generalmente los niños llevan una gran cuota de violencia familiar.
Ellos suelen pagar los platos rotos de los errores de sus padres.
La violencia dentro de la familia se presenta de tantas formas, como, por ejemplo, palabras hirientes, desprecio, humillaciones, golpes, rechazo y abandono.
Sí, el abandono también es una forma de violencia porque se está destruyendo el hogar.
Los adultos suelen pensar que los niños son niños y no entienden lo que ocurre a su alrededor.
Y por eso los maltratan, ignoran, rechazan y abandonan.
La pregunta es… ¿qué mensaje está recibiendo ese pequeño?
La respuesta está a la vista: Una generación que piensa que amar es golpear cuando la mujer o el hombre no están de acuerdo en la relación de pareja.
Una generación temerosa al momento de asumir la responsabilidad de formar una familia, miedo al compromiso, al matrimonio.
Y se pone peor la cosa: esa generación llega a pensar que el maltrato es normal y por lo tanto le hará lo mismo a su pareja e hijos.
Pues sólo así, desde su punto de vista, tiene el control de las cosas y se gana el respeto.
El respeto se gana, no se impone
El respeto es algo que no se puede imponer. Quienes piensan que con la violencia se ganan el respeto ajeno están errados. Sólo obedecen porque tienen miedo.
La familia es el núcleo de la vida. En ella se forman la personalidad y el carácter basados en los valores correctos.
Sólo así es que hombres y mujeres podrán estar seguros de sí mismos. No se impondrán sobre otros y si lo intentan sabrán reconocer que se equivocan y bajarán la guardia.
El problema está cuando el ejemplo familiar no está asociado al bien común sino al delito, a la traición, los golpes, el tráfico de droga, etc.
Cada quien es libre de escoger el camino que quiere en la vida, pero debe saber que las acciones tienen consecuencias.
Es por ello que mediante este artículo exhortamos al buen ejemplo dentro de la familia, al respeto y la integridad.
Si queremos que la sociedad actual tome mejores decisiones tenemos que formar a los miembros de la familia en valores, en compromiso, el trabajo esforzado y la superación personal sin atropellar al prójimo.
Fuentes consultadas
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